[2020-2] [Ensayo] El regreso de las telenovelas
Por David Vidal*
Recuerdo que cuando era pequeño (tan solo un estudiante de básica primaria) al llegar al colegio observaba cómo los profesores estaban pendientes de que los estudiantes no hablasen durante la formación inicial de todas las mañanas, puesto que murmullos y risas se oían entre las filas de alumnos. Voces bajas que aumentaban en masa cuando junto a mis compañeros de clase entrabamos al salón. Y es que llegar al aula de clase era una escena caótica, todos hablábamos sobre aquellas novelas que se habían emitido la noche anterior, esos programas presentados regularmente por Caracol o RCN que nos mantenían al borde de la emoción con su historia, con los sucesos que acontecían a los personajes y con las suposiciones de lo que creíamos que iba a suceder. “La Pola”, “Betty la fea” y “Dónde está Elisa” eran tan solo unas cuantas de tantas producciones que llenaban el aula mientras esperábamos al docente llegar. Del mismo modo, al llegar a casa era una tradición juntarnos todas las noches antes de ir a dormir en el cuarto de mis padres, donde regularmente compartíamos una novela de contenido familiar juntos entre sábanas y muchas almohadas, siendo estos momentos fundamentales para mi construcción de identidad por el tipo de contenido que consumía, pero más que nada, por aquellas mágicas noches de risas juntos.
Con el pasar del tiempo dejé de consumir telenovelas y empecé a dedicarme más a la lectura; Sin embargo, algo que me sorprendió durante los últimos años fue el hecho de que estos contenidos estaban siendo retransmitidos por los canales televisivos e incorporados a las plataformas de streaming como Netflix; No obstante, a pesar de toda esta excavación audiovisual en distintos canales, pude notar que las producciones colombianas que se basaban en algún personaje histórico o que empatizaban con la vida de los televidentes, tenían mejor acogida y reproducción. Esto se debe a la calidad del contenido, la cotidianidad y al impacto social y/o cultural en el país.
En primera instancia, la calidad del contenido visual que se emite juega un rol sumamente importante en la percepción de las audiencias y en la aprobación de este mismo. Según Omar Rincón: “El formato es la unidad de creación televisiva. La televisión ha creado su encuentro con los televidentes a partir de los formatos. La televisión se produce en la perspectiva de los géneros, pero se comunica a través de los formatos.” De ahí que existen numerosas novelas las cuales corresponden al género melodramático, sin embargo, el éxito y reconocimiento se produce de acuerdo con la calidad del formato de la novela, es decir, al modo en el que está escrita, narrada, producida y la dinámica cinematográfica. Entonces conversando con mi padre, me comenta que no consume novelas actuales, esto debido a que siente que la calidad ha venido presentando un gradiente en declive, en el que comparada con la de años anteriores no es la misma, “los actores y en especial la narración se siente mucho menos trabajada” son las palabras empleadas. En ese mismo sentido, mi Abuela, quién se ha caracterizado por ser una consumidora novelista en la familia, expresa esta misma sensación, llegando al punto de repetir telenovelas pasadas como “Pasión de Gavilanes” y “La hija del mariachi” en vez de ver algo nuevo. Sin lugar a dudas, el género melodramático ha perdido esa chispa que en un principio lo caracterizaba, ahora el contenido es un menú vacío y el formato es un emplatado mal servido.
Por otro lado, hay cierto encanto en lo que es la vida cotidiana, o en palabras de Rossanna Reguillo: “La vida cotidiana se constituye como un lugar estratégico para pensar la sociedad en su compleja pluralidad de símbolos y de interacciones.” Ciertamente, los espectadores se relacionan de manera óptima con contenidos de la televisión que de una u otra manera empatizan con situaciones que pueden ser comunes para cualquier persona, existiendo una serie de ritos y prácticas alrededor de momentos que se encargan de garantizar reproducción social por vía de la interacción con las problemáticas de los personajes. Para ilustrar un poco, cuando entrevisté a mi madre, sin duda alguna la mención de “Betty la fea” fue trascendental. Escuchaba cómo sus palabras retumbaban con sentimiento en mis oídos, pues lo curioso del caso es que mi madre se llama Betty, y debido a la popularidad de esta novela por un tiempo sus conocidos y familiares la asociaban a tan querido personaje. Y es que al igual que Betty, mi madre era una trabajadora que debido a sus habilidades como vendedora, se ganó la confianza y respeto del sitio donde trabajaba. Por tanto, la mítica Betty de Eco moda es una mujer de estrato socioeconómico medio que fácilmente puede retratar la vida de muchas otras mujeres. Sin duda, sus capacidades intelectuales junto a sus cualidades hicieron que se ganara el respeto de las personas que interactuaban con ella, e incluso la de los televidentes.
En ese mismo sentido, mis padres y una amiga universitaria concuerdan en que a pesar de la exaltación dramática de “Pasión de Gavilanes”, sigue habiendo una comedia melodramática que se alinea con situaciones que pueden ocurrirle a cualquier familia: amor, engaños y muerte. Para finalmente destacar el mensaje de que el amor predomina sobre el odio.
Por último, pero no menos importante, la repetición de estas novelas teniendo en cuenta la emergencia sanitaria del COVID-19 y la constante violencia que vive el país, generan un sentimiento nostálgico en los colombianos, particularmente en las generaciones mayores. Conversando con mis dos padres, se tomó como referencia “el Joe, la leyenda” y “Garzón vive”, en especial se abrió un debate a este último, en el que destacan que se repetirían la novela de Jaime Garzón (y que incluso esta les despertó de nuevo ese interés en él) por la gran admiración que le tienen. Mi madre afirma que veía en la televisión su activismo político y social con toques humorísticos que le traen recuerdos de su juventud, Mientras que mi padre resalta que su muerte fue un suceso histórico que marcó el adiós a un hombre sin miedo de revelar las injusticas. Es tanto el impacto cultural que ha tenido, que su imagen ha trascendido a lo largo de los años y recuerda a un país que en cierto sentido era más tranquilo y alegre. Me encantaría citar aquí a Omar Rincón cuando habla sobre cultura y emoción: “La televisión es la expresión y la reflexión hechas desde y en la cultural emocional. (…) La televisión es un discurso sobre lo afectivo y lo sentimental. (…) es cultura emocional, re- flexión sentimental, juego de pasiones para encantar el tedio de la vida.”
A modo de cierre, es posible afirmar que el regreso de las telenovelas antiguas a los horarios estelares y a las plataformas virtuales, más que una estrategia comercial de acumulación de audiencias representa la calidez de recordar productos audiovisuales de un formato y producción excepcional que han trascendido de lo nacional a lo internacional, trayendo a colación la alegría y las mediaciones culturales que han sido y siguen marcando generaciones.
BIBLIOGRAFÍA:
- Reguillo Rossana. (1997). La clandestina centralidad de la vida cotidiana.
- Omar Rincón. (2006) Narrativas televisivas. El Formato
- Omar Rincón. (2006) Narrativas televisivas. Todo lo que toca lo convierte en drámatico.
*Estudiante del Programa de Comunicación de la Universidad Icesi. Ensayo presentado en el curso Teoría de la Comunicación II en septiembre de 2020. El año de la pandemia.