[2020-2] [Ensayo] Pasión heredada: la conexión entre la televisión y la vida cotidiana
Por Paula Andrea Rodríguez*
A lo largo de los años, la televisión ha jugado un papel fundamental en mi vida. El gusto por este medio es algo que, como las características físicas, se hereda. Podemos ver que la cultura colombiana ha estado marcada por las novelas y cada generación ha tenido su forma de conexión. En los tiempos de antaño solo se escuchaban, pasado el tiempo ya se hacían producciones audiovisuales, pero a pesar de la evolución del medio, este formato nunca se ha apartado de la vida cotidiana de las personas. La televisión llegó para quedarse, no es simplemente un cuadro más que decora una habitación, es un emisor de realidades que conecta hogares con historias.
Para explicar mi punto, le pregunte a mi mamá sobre su relación con la televisión. Mi madre, fiel apasionada al contenido generado para este medio tan peculiar, desde niña pasaba sus tardes hipnotizada por programas como “Plaza Sésamo”, hasta que su abuela la regañaba diciéndole “Ya no más, tiene los ojos cuadrados”, ese jalón de orejas era la única forma de separarla de su entonces mejor amigo, el televisor. Más adelante, se dio cuenta de que su gusto no era simplemente algo de la edad y seguía hechizada por la magia de la pantalla chica. A parte de ver programas como “Los Simpson” o “Friends”. Se volvió parte de su cotidianidad, a la hora de la merienda acompañada de su abuela, una taza de chocolate y un pan, ver en canales nacionales novelas como “Lola calamidades” y “Pasión de gavilanes”.
Las cosas no cambiaron cuando conoció a mi papá. Al parecer el gusto por la televisión también es contagioso. Lo sumergió en tal adicción que compraron un televisor portátil especial para paseos con la familia. Ambos se convirtieron en fanáticos de lo que podía ofrecerles ese aparato y por ende era fundamental tener un televisor en las habitaciones. Más adelante sumándome en la ecuación familiar, me inculcaron la cultura televisiva, la tradición de siempre antes del colegio ver las noticias o en su defecto cuando me ponía rebelde “Brandy y el señor bigotes”. Conforme pasan los años, se repiten las mismas novelas que veía cuando era pequeña, a mis papás no les incomoda, pues siguen viéndola como si fuera la primera vez, como un par de enamorados en la luna de miel.
Un poco más adelante aún en esta historia, un acontecimiento marcó el romance entre la televisión y mis papás: llega el televisor LCD al mercado, con el sudor de su frente mis padres ahorraron para comprarse lo que sería el bebé de la casa. Sí, lo querían más que a mí. Allí podrían ver sus programas en lo que en esa época era alta definición (que ahora son imágenes malísimas con pixeles enormes), no necesitaban ir hasta donde se encontraba el aparato para cambiar de canal, la pantalla era mucho más grande, conectaban el teatro en casa de la época y se sentían como en el cine (pero con novelas).
Después de analizar la historia hasta la escena anterior, decidí que sería el momento apropiado para preguntarle a mi mamá: “¿Por qué rayos te gusta tanto la televisión y las novelas?”, ella me contestó: “Hija, yo crecí con el televisor, en mi época era lo más novedoso y en cuanto a las novelas: muchas veces éstas representan la realidad, muestran historias interesantes y que mueven sentidos. Además es una forma de entretenimiento que me hace escaparme de mi cotidianidad para colarme en otra”. Su respuesta me recordó lo mencionado por Omar Rincón (“Narrativas mediáticas: o cómo se encuentra la sociedad del entretenimiento”, 2017) (obviamente él mucho más técnico en su lenguaje): “La televisión ha triunfado como medio más popular y como narrador central de nuestras vidas por que ha sabido responder a la temporalidad hogareña, ha promovido relaciones afectivas con sus audiencias e identificaciones en sus públicos, se ha adaptado al tono de la conversación diaria, sirve de compañía en los quehaceres cotidianos, no exige mucho del televidente y le ofrece mucho: entretenimiento permanente”.
Hasta el día de hoy, en mi casa la televisión y su contenido son demasiado importantes y marcan pauta de los horarios dentro del hogar, es decir, proclamada como ley está el ver las 3 emisiones de los noticieros con las 3 comidas del día y el mega plan de descanso es acostarse a ver H&H. Hasta ahora parece todo muy bello, pero me temo que hay un giro dramático en la idílica historia. La evolución acelerada de la tecnología y el afán de tener todo en la palma de nuestra mano llegó a dañar el matrimonio que existía entre la televisión y mi familia, le dimos la bienvenida al amado y odiado Netflix o como le dice mi abuela el “Nesfliz”. Una plataforma que en mi vida llegó a ocupar en algún momento el puesto de la tele y las novelas, pero extrañamente en la de mis padres no tanto.
El mundo del entretenimiento avanza a la par con las novedosas herramientas tecnológicas que ofrece el mundo, con servicios de streaming como Netflix podemos ver cuando queramos, en el dispositivo que deseemos y donde nos imaginemos una infinidad de series y películas (hay tantas que ya ni se cuál elegir). Para mí, fue el acontecimiento más grande, estaba tan enganchada que “maratoneaba” series a diestra y siniestra. En contraste estaban mis padres, quienes usaban Netflix para repetirse películas que muy seguramente habíamos visto unas 6 veces o a veces se daban el lujo de verse unos cuantos estrenos. Se hizo notable la ruptura entre las novelas y mi persona; no eres tú, soy yo, les dije, o bueno eso duró al menos un corto tiempo. Como si volviera con mi ex poco a poco me fui reconciliando con las novelas nocturnas que presentaban en Caracol, incluso tengo que confesar que para recordar el viejo amor me vi “Las muñecas de la mafia” en Netflix.
Cambiando un poco de tema y para dejar atrás el trago amargo de Netflix, a mis padres les llegó la mejor noticia a mediados de la cuarentena, la resumiré en dos palabras: Repetición de novelas. Todas las noches a las 8:30 en punto, a pesar del cansancio y las labores diarias, se sientan en la sala a ver “Pasión de gavilanes” (el remix), muy puntuales apenas termina van a su cuarto a ver “Rafael Orozco” porque nunca es suficiente verla una vez, ¿o sí? Sea reciente o antigua la producción, siempre es bueno recordar lo que un día fue, además de la serie, muchas veces se reviven vivencias ocurridas en la vida de las personas cuando la novela se emitió por primera vez.
Continuando con el tema de mis fieles padres, para ellos la tradición de la televisión marca muy fuerte sus preferencias en cuanto a consumo de contenido. Lo conocido por parte del aparato como tal y las situaciones cotidianas enmarcadas en la narrativa de las novelas puede reflejarse en lo dicho por Casetti: “La narrativa televisiva presenta personajes, situaciones y conflictos que se han ido repitiendo a través de cada historia del ser humano porque la costumbre brinda satisfacción; el placer está en lo conocido”. En mi caso puntual, a pesar de que las plataformas de streaming ofrecen mucho contenido producido para televisión, como la aclamada “Pasión de gavilanes” (que sorprendentemente es tendencia y para más asombro esta en el puesto 1 en septiembre según fixpatrol.com), para mis padres no es algo del todo conocido y por ende optan por “la vieja confiable” su amado televisor, sencillo y cómodo de usar. Algo que me causa gracia es que a pesar de tener Smart-tv, lo usan como un televisor cualquiera, lo único exótico que hacen con esa herramienta adicional es que antes de dormir ponen música en YouTube para conciliar el sueño.
En fin, de este relato me quedan muchas enseñanzas, como que en mi casa hay más televisores que personas habitando en ella o que todo tiempo pasado fue mejor (a veces), lo más importante, creo yo, es ver cómo a pesar de la evolución tecnológica lo conocido siempre gana y ocupa un lugar privilegiado en la vida de las personas. La televisión nos ha acompañado de generación a generación, siendo una herencia y marcando tradiciones en los hogares. Lo popular siempre va a dominar sobre lo industrial masivo, decía el teórico de la comunicación Martín Barbero, lo que en palabras más sencillas sería: no importa que hagan los medios (estos los define como lo industrial masivo), lo que importa es como las personas lo asumen, como lo resignifican y que hacen con ese contenido (aquí entra lo popular). Les confirmo lo dicho por este gran teórico, al final mi relación con la televisión floreció de nuevo y puedo decir que estoy felizmente enganchada con la novela de las 9.
*Estudiante del Programa de Comunicación de la Universidad Icesi. Ensayo presentado en el curso Teoría de la Comunicación II en septiembre de 2020. El año de la pandemia.